viernes, 17 de diciembre de 2010

Miré hacia donde él estaba, y cuando lo hice, no pude creer lo que estaba viendo. Empecé a temblar y salí corriendo de la fiesta llorando. Al salir estaba lloviendo y mi vestido gris hasta las rodillas empezó a volverse de un gris más oscuro por la lluvia. Corrí sin dirección fija hasta que llegué a un parque rodeado de árboles con unos bancos alrededor de una pequeña fuente. Me senté en uno de ellos y lloré, grité, rogué que me tragase la tierra. De pronto una mano tocó mi hombro. Miré hacia arriba y le vi, era él. Se quitó la chaqueta, me la puso encima y sin decir nada se sentó a mi lado. No cruzamos ninguna palabra, pero ambos estábamos incómodos. Empezaba a atardecer, el cielo estaba gris y nosotros empapados.
-Lo siento, Julia -dijo.

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