viernes, 24 de diciembre de 2010

Todavía sueño con él, recuerdo sus caricias, el tacto de su piel, sus besos.. Es como si aún estuviera aquí, como si no se hubiera ido. Una parte de él sigue en mí. No sé si todavía no he aceptado su muerte o que no la voy a aceptar nunca, el día de su funeral no lloré; no lloré porque le seguía sintiendo aquí, como si unos brazos fuertes me abrazaran.

Recuerdo un día que al salir de la universidad vino a por mí y, sin que yo supiera nada, me llevó a un pequeño lago cristalino, rodeado de árboles y flores, donde cantaban los pájaros y revoloteaban las mariposas. Estuvimos paseando y charlando, nos sentamos en la hierba abrazados.
- Sabes que yo siempre voy a estar contigo, pase lo que pase, ¿no? No me olvidarás, a pesar de todo, voy a estar siempre en tu recuerdo ¿verdad? -me dijo con un aire algo misterioso.
- Por supuesto que sí, no hacía falta preguntar, ¿por qué lo dices?
- Por nada, ya lo averiguarás, tranquila.

Sí, lo averigué. El día en que murió descubrí un pequeño sobre de color rosa encima de un libro. Ponía mi nombre y lo abrí. Saqué de él una carta suya que ponía:

'Si estás leyendo esto es porque ya has descubierto por qué te dije aquello en el lago... No quiero que estés triste, ni que te lamentes por mi muerte, esto no ha acabado, yo estoy aquí. Si quieres verme sólo has de volar.'

A partir de ese día vuelo continuamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario